Hoy tomé mi ordenador. Abrí los
archivos que te encerraban y te vi… después de mucho tiempo, dibujé la figura
de tu rostro en mi retina. Tu sonrisa que me hacía sonreír, tus gestos que me
enamoraban, el marco de tus cejas, las ondas que formaban tus cabellos, tus
ojos de noche eterna, y tu mirada, tu dulce y a veces traviesa mirada. Todo estuvo
de nuevo frente a mí, trayéndome a la mente la era de un amor que se esfumó de
la noche a la mañana, que salió huyendo de nuestra casa por las ventanas, así,
de un momento a otro nos dijo adiós… y se fue a buscar otro hogar.
En mi pantalla estabas tú, tu
rostro de papel que brillaba ante mis ojos, tus gestos tiernos y a veces
adustos, y aun en el silencio de mi espacio las imágenes me hablaban, oía en tu
voz el acento de otro planeta, oía tu voz también musical cantándome melodías en
otros idiomas, estabas tú de nuevo… y estaba yo de nuevo. Tú desde algún lugar
escondido del oeste y yo, aferrado a la calma del sur, de tu sur, de tu norte,
el océano de ideas que nos bañaban, los planes juntos, las mañanas de dulces
despertares, las madrugadas apasionadas de besos interminables, la luna que nos
espiaba por el techo invisible, el sol que hacía sudar nuestra piel, los
veranos a la orilla de una playa que nos aguardaban, los inviernos de café al
pie de la chimenea… nuestra gran casa, nuestras mascotas, nuestros hijos,
nuestra felicidad… todo se fue, sin despedirse, si quiera.
Empezaría a contar cuantas de tus
fotografías había guardado, pero no quise saber la cantidad… quería que se
queden ahí, en la incógnita materia de la mente. No quería saber cuánto tenía,
quería saber que tenía todo, y todo me lo diste tú, y todo me lo quitaste tú.
Miento. Aún quedaban los recuerdos pintados de imágenes que estaba frente a mí,
mis ojos se llenaban de ellas, y mi corazón se bañaba en memorias que querían
volverse olvido. Olvido ahora que ya no estas, ya no estarás, que te fuiste, o
que yo escape de ti, olvido que no habrán posibles encuentros entre los dos, y
que estas fotografías son mi mayor anhelo, mi eterno deseo, mi obligado pesar,
y me pesa haberlas vuelto a ver, tal vez si las borre ya no me hagan daño. Las
vuelvo a mirar, sonrío, apago la computadora, me echo a dormir, tal vez mañana
te pueda olvidar.