viernes, 30 de noviembre de 2012

YA FUE

Simplemente fue. Lo que un día alimentaba mi espíritu, si es que acaso tengo, corrió por la ventana del olvido para no volver jamás. Recuerdo, ahora, sentado frente al monitor de mi computadora y mirando los botones del teclado; lo feliz que fui. O acaso lo tan ilusionado que estuve. Miro a un costado, miro el techo, sonrío como idiota por tener en mi mente nuestras caminatas juntos, de pronto gruesas lágrimas rosan mis mejillas al despertar y darme cuenta que lo que viví de tu mano, de tu boca y de tu piel, fue la más deliciosa mentira que el ser humano haya podido confabular.
No. Ya no estás. Tal vez ya no estás ni siquiera en mi corazón, pero por esas extrañas razones de la vida que escapan a la voluntad, aun sigues en mi mente. ¿Por qué? No, no preguntes, pregúntale a mi mente, a mi conciencia, o a mi cerebro, aunque dudo que respondan tus interrogantes. ¿Qué culpa me obliga a recordarte? La misma culpa que me obligó a amarte estos veintitantos días, que me obligó a mirar el mismo cielo que a tus ojos era azul, serenidad. Tu mirada de serenidad; la bala disparada desde el centro de tu rostro huraño, que depositaba su dulzura en los labios que abrían mis deseos, que gesticulaban cada palabra encriptada en tus deseos; ver la noche junto a mí, de madrugada.
Debería callarme. Lo haré tal vez en diez minutos cuando termine de escribir esto. Te hubiera escrito miles de cosas. Te hubiera nombrado en miles de canciones, en miles de poemas. Hubieras sido el protagonista de mis historias amadas del papel, hubieras sido el cazador de mis memorias, el guardián de mis relatos. Pero la vida, o acaso Dios, nos negaron esa posibilidad, esa posibilidad de ser el uno del otro, de ser el complemento del amor, de ser mitad y mitad, la pareja de ensueño, Febrero y Agosto, A y B, o quizás Z. La piedra que se montaba en la roca para poseerla, a pesar de ser inertes. El mar indeciso que besa la arena para provocarla. La luna que huye despavorida del calor del sol.
A veces, en estos días de orgullo, me pregunto qué me hizo amarte tanto y porque la herida en mi aún sigue abierta. Le pregunto a mi corazón, y se echa a llorar. Le pregunto a mi razón y me pide que sólo te olvide, que ya todo esto, mañana pasará. A veces, en estos días en los que me escudo en el orgullo, asoma en mí la idea de verme un valiente hombre que se atrevió amarte, a soportar tu indiferencia primero, y luego tu acecho permanente. No digo que fue difícil, fue, digamos, especial. Asoma también la idea de verme un cobarde hombre que aun ahora no se atreve a llamarte, que aún ahora no se atreve a saber de ti. Un hombre vencido por las circunstancias, que olvidó cualquier pizca de esperanza. “No sé si soy valiente, o soy cobarde… quererte tanto y, tenerte que olvidar… (Sic)”
Jamás olvidaré tu modo rebelde de hablar. Jamás olvidaré la temperatura de tu mano amarrada a mi mano. Jamás olvidaré cuando besabas cada rinconcito de mi rostro redondo, vacío. Jamás olvidaré que el mar fue testigo tres veces de nuestro amor. Jamás olvidaré tu nombre extranjero dos veces corregido. Jamás olvidaré tu gran sabiduría ávida de más. Jamás olvidaré las noches eternas en las que tu carne ardía mi cuerpo como papel, con el fuego a flor de piel, con tus besos peregrinos recorriendo los senderos de mi figura, tu alma volviéndose mi alma. Jamás olvidaré la última noche cuando dijiste “Tengo que terminar contigo” y más tarde luego de andar juntos también por última vez “No cometas ninguna tontería”… no te hice caso, ahora cometo muchas tonterías, la principal, a mi pesar sigo pensando en ti.
Hoy sólo sé que por alguna extraña razón que desconozco ya no soy de tu agrado. Sé que tal vez me odias. Sé que ya no piensas en mí. Sé que ya ni te acuerdas de este “Jorge”. Sé también que ya no puedo seguir lamentando mi pésima suerte. Espero quedes tú y todo tú encerrado en estas lastimeras líneas. Hoy sólo aguardo tu amistad. A mí también el amor se me fue. Y ya fue.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

MOSCA

Desapareces,

entre rugidos de viento enamorado

que falsifican tu figura peregrina

obsesión escondida

saeta punta roma

lapicero de tinta roja.

¿Soy acaso yo tu alimento del día?

Deja ya de tocar mi piel impía

de tul

tu cielo jamás volverá a ser azul.



Por aromas repulsivos de mi estanque

has llegado a espiar mis sentimientos

arenosa del desierto

bazofia pura

tu sed te acusa

y yo sin darme cuenta agua te doy

ingenuo espectro del líquido soy

en mi casa

la noche se vuelve nuestra mordaza.



En medio de esta merienda particular

y sentado a la mesa que es sagrada

cuenta no me daba

de tu rauda visita

que me moviliza

y además comes de mi propio pan

llenas tu incierta barriga en tu afán

demente

ponte tu antifaz y vuela delincuente.



Vagabunda ave dispuesta a molestar

siempre quieres lo que no tienes

miserias son tus bienes

que no perdonan

te salvan, te ahogan

y haces en mi espalda una carretera

te sigues posando en ella, usurera

bruja

dejas el rastro que tu envidia dibuja.



No hay día que de ti logre liberarme

estás con el sol y con la luz nocturna

sanguijuela de luna

te multiplicas por mil,

quisiera ser un fusil

de tan certera vista violenta

para llenarte de plomo la cabeza

nube gris

anónima alma que me hace infeliz.



¿A dónde llevas las migajas de mi amor?

¿Qué misterio guardas en tu aspecto

de repulsivo insecto?

De promiscuo corazón.

¿Fuiste divina creación?

Ágil, liviana, material inquilina

tu famélica burla me calcina.

¿Gozas?

Apártate de mi vera duda mentirosa.



Regresaste,

falsa mariposa tienes rabia en la boca

y aún ignorando lo que tú escondes

en tu refugio de monje

entiendo que serás

la vida efímera y letal

que tu muerte sea en unas horas

no te hace eterna, alienígena luchadora

espanto

seguiré aplastando con mi mano tu llanto.