lunes, 8 de diciembre de 2014

LA SEÑORITA VENECIA

La señorita que de noche tiene la piel, se envenena con el labial de rojo carmesí, que le dibuja de tan vivo color los labios, y los polvos le embriagan la carne, pues es, por hoy, y por este momento, sólo eso, carne. Su vestido la protege de la vergüenza, le cobija el alma tan pura y tan santa, y a la misma vez, tan puta que encanta.
La corona invisible le adorna la mente y decora su rostro que al despertar luce lozano y fresco. Más al terminar la noche se deja sonrojar por el escarnio, y la furia de la pasión que emanan de las manos recias de algún forastero. Se viste en medio de fragancias florales, para luego desvestirse al compás de canciones denigrantes.
Empieza el día altiva, inocente y celestial, para cerrar los ojos entre rosas negras y gotas de sal. Sueña, acomodada en el sillón de hojalata, volverse mariposa y alzar vuelo para rozar el firmamento convertido en paraíso.
Se mira en el espejo y ve a la dama más hermosa del mundo. Se acaricia los cabellos y se aprieta el pecho.
Ahora es su momento.
Camina a la luz de la sensualidad con sus pasos rosados, toma la cartera ajena llena de cigarrillos, y cruza la puerta que la vuelve la diosa del placer prohibido.
Emprende el viaje que la vuelve inmortal, acorta la distancia entre su vientre y la mano de su admirador, con la ferviente esperanza, y el pudor en el bolsillo. Se deja mancillar, pero aun así avanza, bailando al ritmo de sus caderas por calles, plazas y avenidas. Hace la venia que anuncia su llegada, para luego ingresar por la puerta grande.
La reciben los bufones con bombos y platillos, y la acompañan hasta el sillón dorado donde descansa el hombre que la anhela.
Saluda a su protector, a su sol, a su Dios, y vuelve la mirada hacia su mano derecha, en ella está el pendiente de perlas que solicitó la noche anterior. Ese es su banquete, su satisfacción, pero a su vez, su perdición. Roza él su cuello con la joya y la desnuda a la vista del día que ya no alcanza. Toca su cuerpo ardiente, transita sus manos por su piel de seda. La besa en los labios, acaricia el cielo, eso es pasión, y a pesar de todo, es amor.
Es el momento de la gloria para los dos.