sábado, 11 de mayo de 2013

ETERNIDAD

Arrójame al vacío presidente de la nada
perdido hoy estoy
entre cañones y espadas me remito
francamente, no siento
y mi cadáver bufonesco aun vaga
caminando con mis súplicas y gritos.
Has hecho de mi colmena
el gris sepulcro
donde nadie me llorará.
Has mentido por la noche
cuando me rezaste
cual santo.
Has redimido mi gracia
el sacramento libre
de mi eternidad.

Vuelve a mis ojos y maldíceme de nuevo
la vida no continúa ya
rompe el hedor que aún pregono
de flores marchitas
miente otra vez y cúbreme entero
con la manta asesina de rojo.
He aguardado el turno 
de este grosero franciscano
sin renegar.
He perdido mi dilogía
muchas manos que me abandonaron.
He muerto
más viviré entre lamentos
en la eternidad.

Aun sé que está mi famélica sombra
en la multitud
divagando junto a mis esperanzas
buscándome, tal vez
o quizás aguardando que hoy rompa
las hirientes cadenas que me aplastan.
Has guardado entre mis recuerdos
a mi madre
sin privilegios.
Has marchado con mi padre al desierto
y desaparecerá.
Has tirado mi memoria al mar
aun navego
en la eternidad.

Más heraldos mis ventanas me muestran
ignorantes son
puedo mentirte y decirte que musulmanes
en falsa corte
al pie de mi apócrifo ataúd van
quemando sus barbas en velas flameantes.
He de extrañar a tantas viudas
que sin amor
tendrán paciencia.
He de arrancarles las vestiduras púrpuras
empapadas.
He de resignar mi ficticia verdad
deseando
la eternidad.

Soy el león que no te subestimó nunca
ya he despertado
y he tomado una antorcha blanca
te sorprendes verme
en esta fúnebre cita que busca
la paz perpetua de mi alma.
Has predicado mis testimonios vacíos
mi resurrección.
Has profanado la morada de mis sueños
mi querido enemigo.
Has fallado el cálculo del luto obligado
por la eternidad.

Correré ahora fuera de la fábrica
llegó tu maestro
tengo aun la sonrisa tibia presente
que pronostica al fin
la cobardía tuya, mi quietud impávida
tus orejas de conejo y mis ojos de serpiente.
He de cruzar el río de lágrimas de un párvulo
sin misericordia.
He de volverme un ángel de alas doradas
tú, ciego estás.
He de tragar tus entrañas y volver al cielo

a mi eternidad.