lunes, 2 de marzo de 2015

CARTA ABIERTA AL MUNDO EN EL QUE HABITO

Hoy es martes. Como siempre, martes, sangrante, estúpido martes, y yo, sangrante. Me sangran los ojos de abrirlos, y verte, mundo ponzoñoso y necio. A pesar que te escondes en la esquina de mi habitación logro observar toda tu desgracia, a pesar que estás sollozando al pie de mi cama, mis oídos lacerados, logran escuchar tu maldito lamento. Levántate del fango que está en mi suelo, mundo maricón, enfrenta mi mano y discute conmigo, refuta mis palabras que a mi vista, hieren tu honra y me imploran perdón.
Harto de tu llanto, y de verte siempre al pie de la carretera listo para disparar, hoy te vengo yo a matar. Desaparece con toda tu mierda, mundo pretencioso, mundo del ayer, mundo pecador, mundo arrogante, mundo de mi vida, y a la misma vez, espacio de mi futura muerte.
Únete a la tierra para que luego mi esencia te vuelva carne de mi carne, y luz de mi oscuridad. Libérate del universo para emprender tu propio viaje hacia lo desconocido, a lo que no existe, muere al amanecer en la entrada del Edén o en la salida del infierno, pero muere ya.
Mundo reflejado en cada llaga abierta que me viste la piel. Padre de los animales más imperfectos que engendró el averno. Defensor del capital, del sexo, de la avaricia y de la sinrazón. ¿Qué esperas, por piedad, para terminar con la creación? Lo digo, arrodillado, aquí y ahora, mientras el ladrón toma de mi pecho mi ingenua alma y la arroja al abismo. Lo digo en este, mi momento de angustia eterna, cuando del cielo llueven granadas de una guerra que por odio, el amor batalló. Lo digo, y así también lo he dicho siempre, y lo diré hasta el fin de mi tiempo. Lo digo porque mi boca sedienta de conciencia, aún puede las palabras articular, y preguntarse, ya a punto de la desesperación ¿Quién así y de tan torpe manera, con mi vida jugó?
Entonces, harto de cavilar y de justificarte, mundo perverso, mundo ingenuo, juzgo que sólo te hace falta soñar, para siempre, y no despertar. Hundirte en el fondo de la contaminación, y ahogarte en polución. Ser el cristal que con la pasión del temblor, sus espacios quebró. ¿Cuántas lágrimas más del cielo han de caer? Ojalá y tuviese en mi mano el poder que tiene Dios, para apuñalar tu vientre, comerte las entrañas, y destrozarte el corazón.