miércoles, 11 de diciembre de 2019

UN VIAJE

Creer que la vida es un viaje y querer disfrutar del paisaje no se puede. Te sientas en la silla roja esperando la paciencia del semáforo y se te va la vida mientras se va el camello cruzando la cordillera. Las ventanas empañadas por el humo de la hierba buena y acaso buenísima dibuja garabatos en la retina de los ojos de vidrio, más vidrios en las copas listas para el brindis y en las gargantas listas para el veneno. Un paisaje de abril, mantos de flores y un cadáver a orillas del cañón. Arriba están los rascacielos que le quitan aves a las nubes y las aves esperan como trancas detrás de la puerta mientras en la televisión han matado diez veces al mismo ladrón de carteras. Ahora huye como si le pagaran veinte veces más por huir y hacer rodar la piel del neumático en la pista donde desfilas en silla de ruedas. Tú también huyes ahora, como alma que lleva el diablo y como diablo que ya tiene el alma, listo para continuar con el mentado viaje.