viernes, 18 de agosto de 2017

ESPEJO

Ahora te miro y me miro. Te escondes detrás de las partículas de polvo y de la nada aparece un cisne violeta tan Parra como ese suspiro a la chilena que me fusila en esta noche porque es noche y me encantan las noches.

¿Sabes qué quisiera?
Quisiera que mandes a la mierda a tu jefe y vengas corriendo hacia mí
que toques mi puerta, que grites, que cantes, que te eleves, que atravieses mi ventana, que la rompas, que me rompas, que me busques, que me encuentres, que me toques, que me beses, que me hagas el amor, pero (sobre todo) que me digas que todo va a estar bien.

Sabes,

odio ser tan dependiente de ti y de la noche, odio tener que colocarte en mi altar personal cada día y odio tener que encenderte todas las velas del mundo y las de otros mundos si nos alcanzan kilómetros de universo. Si nos alcanzan los demás sé que conseguirán atormentarme con sus miradas miserables como quien mira el retrete más fétido en el baño más asqueroso del mundo y lleno de toda la perfidia que se ha inventado.

Y apareces en mis sueños como un remolino de fotografías en negativo que aún aguardan mis ojos que son lindos porque alguien una vez me lo dijo. Quisiera apagar en ellos tus cigarros si acaso no te volviera a ver nunca más.

Sabes y muy bien,

que solo existes -como yo quiero que existas- en la pantalla de mi Huawei Y6. El resto siempre ha sobrado.

Te escondo en un cajón porque en mi espejo no cabes más.