martes, 31 de mayo de 2016

ESTÚPIDA, MI PAÍS, IDIOTA

Un día cualquiera, Zavalita

11:00 p. m.
El Perú es un joven palomilla que avanza descalzo por las escaleras del hotel Sheraton. Con fe ciega en las alforjas ha venido. Sus pasos provincianos han andado costa, sierra y selva. Desde la jungla urbana hasta la carretera. Lagunas andinas, mesetas tropicales y playas norteñas. Canta de paporreta el discurso que en su anaranjado cerebro grabado está. 1, 2; un saquito de arroz, 3, 4; una caja de zapatos; 78, 79, 80; un taper lleno de lentejas.

11:30 p. m.
El Perú es un mendigo sentado en una banca dorada de la Plaza Mayor. Vende cigarrillos, caramelos y figuritas postales. Un puente y una alameda, una ciudadela cusqueña, un soberano mochica y chaquiras de Bagua manchadas de sangre indígena. Se aproximan a su famélica figura una sarta de roedores vestidos con sotanas, otros tantos luciendo terno y corbata. Lo despojan del banco de sus sueños. Adiós sueños. Sufre peruano, sufre.

martes, 17 de mayo de 2016

TU MIRADA

Tu mirada
my light at end of tunnel
cielo abierto
red, blue and red again
timorato corazón 
shadows in the rainbow
noche sin tiempo
we'll dance in the crown of the moon
cántame Jared
turn on the light of my candle
con tus lágrimas sacia mi sed
cause all we need is faith...

domingo, 1 de mayo de 2016

ROSAS PARA ALICIA

La vi marchar. Iba corriendo bajo la lluvia, huyendo del monstruo en el que me había convertido. Sus cabellos alborotados gritaban mientras el viento de la noche anunciaba el fin de una batalla perdida. La sombra de un amor fantasma escondido en el teclado de mi ordenador me obligaba a enunciar su nombre: Alicia, ¡Alicia! más y más fuerte. Su figura, entre penumbras, se perdía en las calles alumbradas por la luna; no volvió sus ojos hacía mí nunca más. La triste mirada de mi adiós me abrazó para no verme llorar. 

De nada sirven los arrepentimientos vanos lanzados a la tiniebla citadina. Este aciago día, apenas un par de horas atrás, había comprado en el mercado las rosas más hermosas y les había susurrado el amor infinito que sentía por ella: "Hoy ustedes adornarán sus rizos rebeldes, mañana las veré colgadas en su pecho abierto a la luz del sol". Pero nunca hubo mañana. Nunca. Luego de charlar con las rosas apareció cadenciosa para anunciarme que se mudaría del país de la mano de otro amante impuesto por su miserable familia. Olvidó entonces que por más lejos que vaya, en su maleta iría también mi corazón.