miércoles, 28 de diciembre de 2011

DE JUGUETES Y OTRA COSAS PELIGROSAS

Alguna vez pensé que sí, que Papa Noel vendría una noche de verano, en aroma dulce, con un regalo para mí entre sus manos. Alguna vez creí que mi casa era el mundo, que mi cama era mi país, que mi backyard era la plataforma interespacial, y más allá de mi ventana habrían mas galaxias, aunque sin estrellas que brillasen. Que las aves que volaban raudas sobre el tejado del lugar que gobernaba eran naves extranjeras, y en muchas de ellas se encontraba la nueva vida en forma de bebés.
Yo era un bebé, pero crecí creyendo que todo esto era mentira, crecí viviendo en la mentira.
Vi una biblia, la leí. Vi un pan, lo comí. Vi un pantalón, me lo puse. Vi a una amiga, la besé. Vi un polvo arenoso tan blanco como la nieve de donde viene Papa Noel sobre mi descuidada mesa, y no supe que diablos hacer. Probé. Probé de la ignorancia y la rebeldía, luego escuché una bonita canción, la de Rihanna, umbrella, la bailé, y el éxtasis se inundó en mí.
Fui el juguete perfecto del demonio.
Recuerdo que estando en la gran ciudad, y mientras trabajaba en una tienda, conocí mucho más de lo que esperaba conocer. Había cumplido recién los 17 años, y de pronto, llegó un sábado cualquiera, una noche común, corriente y fría, para variar. Ese día lo tenía libre, aunque su libertad aun estaba al parecer sin descanso. Habían muchas cosas que realizar en la casa que me albergaba, y que no era mía, cosas alegres, cosas tristes, cosas chistosas y cosas peligrosas.
Mientras, recuerdo, lavaba algunas prendas de tela en una lavadora -obvio, porque yo no soy de lavar ni los lazos q cuelgan de mis muñecas- sonó mi celular, y el tono de llamada era, claro, la canción de Rihanna, que por aquella época se había vuelto moda. Corrí con las manos mojadas ansioso, pensando que era la llamada de mi madre. Pensé que era un milagro, ya que ella nunca me llamaba, y corrí, como dije con las manos humedecidas por el detergente, y hablé, no, no era mi madre, ni mi hermana, ni ningun familiar, y aun amigo, fue, a mi pesar, un compañero del trabajo.
Su voz era muy graciosa, pues el provenía del oriente, y le daba un giro muy particular a cada palabra que de su boca salía.
"Hey, maestrito, te llamaba... para, no sé, ver si querías venir a mi cumpleaños... todos los misios de la chamba están aquí, y no sé... ¿quieres venir?, mira estamos en la disco que queda en la avenida del parque, dale, vente.."
El siempre me fue molesto. Digo, no directamente él, su presencia. Siempre trataba de ganarle a todos con sus ideas algo desmadrugadas, nunca permitía que yo, un muchacho de 17 le ganara cuando jugábamos cartas, y no dudaba en insultarme, para verse superior. Era muy alto, era muy rudo, y yo siempre pensaba que su cerebro era tan pequeño como su pene, y de ello se vanagloriaba, se decía muy hombre, muy macho, el gran conquistador, y el resto? , que acaso eramos maricas? , y si acaso, valíamos tan poco como personas?
Me sorprendió muchísimo que me llamara, y que me invitase, y mi número... ¿quién diablos le dio mi número? En fin, le tuve que responder.
" Pero, porque no me lo dijiste con tiempo, ahora estoy hiperocupado, tengo un montón de tareas del instituto, tengo que limpiar mi cuarto, la verdad, no creo..."
El volvió a insistir, nunca lo había visto, o mejor, escuchado así, y pensé que talvez sería una buena oportunidad para ser amigos, o tal vez me perdí, o tal vez me cansé de lavar, y decidí mandar a perderse a toda esa ropa con mugre. Acepté.
El local no quedaba muy lejos, y no era una de mis costumbres salir de diversión nocturna los fines de semana, pero me encantó estar ahí, en medio de la calle, con esa pinta de juerguero monse, sentir en mi cara ese aire del "sábado por la noche", bien despreocupado, confundirme entre otros idiotas a los que no les interesaba nada, ni sus estudios, ni sus familias, solo salir con sus amigos cada fin de semana, a bailar, a cantar, a llenar sus gargantas de alcohol, y claro, a hacer el amor, el fin supremo de todo, de todos.
Estuve algo nervioso, estaba solo en medio de un ¿Boulevar marginal?, de la callecita de los antros más olvidados, no se, pero realmente estaba solo, aun en compañía de aquella celebración que me esperaba.
Al llegar noté muchas caras conocidas, muy sorprendidas todas, y sí, fue algo muy traumático para mí. Empecé a saludar a uno por uno, todos me miraban y esbozaban una sonrisa hipócrita, cada vez que decían mi nombre. "Hola". Estúpidos.
De pronto una masa de cemento me impidió la movilidad. Me quedé estático, sin decir nada, sin mirar a nadie. Empezaron las bromas. Me aburrí rápidamente, y no veía las horas de quitarme de esa horrible jauría de perros y perras hambrientas de Dios sabe que, quería ya estar sumergido en mi cama, con mi colcha, con mi almohada, y con mi sueño.
Tuve que probar todo lo que había, o todo lo que me daban. Cerveza, y más cerveza, cigarrillos, a bailar, y no se, de vez en cuando pronunciar uno que otro monosílabo, y la discoteca estaba tan pesada, la música estaba buena, y si, trataba de acoplarme poco a poco en el ambiente... ¡carajo!, se supone que aquí es donde yo debo estar, aquí están mis contemporáneos, ¿Porqué me sentía mal?
Cada minuto miserable atrapado entre mis ganas y mis miedos, cada lucecita saltarina que encendía el antro, cada mirada de las bestias de la ciudad emergente, "cada domingo a las doce después, después de la misa..."-como adoro esa canción- cada parte de mi vida que se esfumaba inocentemente del tiempo o del destino quedaba atrapada en mi memoria, y mañana, más tarde, el mes que entra o el próximo año recordaría aquel pasaje como una aventura estúpida de algo que para mí debería ser una rutina.
Ya, pues, ya habían caído las horas de la madrugada, un nuevo alivio se asomó entre mis cejas, pero la noche aun no había terminado.
Despedirme fue lo peor, quizás hubiera sido mejor salir corriendo sin avisar, así de pronto. "¿Cómo, ya te vas?.. ya ves.... si recién estamos empezando, dale, quédate, una hora más, eso es una hora más, solo una hora más, vamos..." y yo "no, gracias, mañana tengo que trabajar", y luego esbozaba una sonrisa que en realidad quería volverse llanto, yo estaba ebrio, muy ebrio, lo que se dice "borracho", ebrio pero mal, toda la noche y parte de la madrugada me la había pasado bebiendo, fumando,bailando, gritando, riendo como un demente, y ya!, era suficiente, era hora de parar con toda esta locura, y dejar descansar a la ciudad, y dejar descansar a mis huesos también.
El charapa, el qué me invitó, el "jefe de la tribu", me había seguido hasta la puerta del local a mi voluntad, yo se lo había pedido, quería avisarle que era hora del "basta", que ya me iba, y que no vaya después a preocuparse por mi ausencia. Luego de pedirme una hora más, me dijo "Oe chino, ¿sabes?, he estado pensando en ti huevón, creo que deberías de disfrutar más de tu vida, ¡putamadre!, tienes 17 años, no jodas, dime ¿porqué actúas como un tío de cuarenta?, no seas huevón, a tu edad, carajo, yo a tu edad..." lo quedaba mirando con cara de "WTF" (osea que mierda le interesaba mi puta vida, era mi vida, no la suya) y mientras hablaba babeaba el licor que no había alcanzado a tragar, sus ojos eran como esos ojitos de los perros que adornan los parabrisas de los coches, y su cuerpo se tambaleaba de un lado a otro. "Mira chibolo, ven conmigo, yo te voy a hacer conocer la verdadera fuente de la vida, la verdadera fuente de la felicidad... jajajajajaja" yo seguía mirándolo con asombro, pues soltó una carcajada que me obligó a reír, entendí entonces que todo aquello me parecía gracioso, ver a un charapa borracho entrometerse en mi vida, era muy cómico.
Empezó a jalarme, tomamos un taxi y fuimos a su casa, mal oliente, grande, con mucho espacio y muy pocas cosas, dos espejos enormes en la sala que me intimidaban y aun, mirándome en ellos una y otra vez, no entendías por que acepté llegar hasta allí con él, me pregunté entonces ¿Será que me pareció tan buen chiste verlo en ese estado que quise verlo más?, cualquiera fuese el motivo, estaba jodido, con un extraño ebrio en medio de la madrugada encerrado en su casa, estaba perdido, o al menos eso pensaba mientras seguía viendo mi reflejo en el espejo. El charapa salió de su cuarto, había ido a sacar una "sorpresa" y me había dejado solo con mis pensamientos, y con los malditos espejos. "Hey, ya, aver, chino, toma, abre tu mano" y depositó sobre ella una pastilla pequeña, era una pastilla blanca, con una línea divisoria al centro, no olía muy bien, y mientras yo la admiraba, sola, indefensa, inquebrantable en la palma de mi mano, él corrió y sacó de la refrigeradora un par de cervezas, abrió una, y me la dio "Ya, que esperas, dale, es tuya, te pertenece" yo sólo atiné a decir "¿Qué?" "La pepa, hijo mío, la pepa, y la chela también, las dos son tuyas", y bueno, asimilé la situación, estaba ebrio, en un lugar extraño, yo me sentía extraño. Tragué la pastilla, bebí la cerveza, y sencillamente se apoderó de mí un demonio. Mi acompañante encendió la música, y la música encendió en mí algo así como una fiera hambrienta de diversión. El ambiente de su empobrecida casa me pareció la pista de la mejor discoteca, las rolas que salían de su equipo de sonido me recordaban las de Rihanna, y era feliz, muy feliz, él, yo, y la felicidad habíamos hecho un gran trío. Luego, ya no recuerdo nada, o bueno si, vimos más caras llegar, yo encima de todas ellas, luego vi mucho vómito en el suelo, y luego recuerdo, una sirena, encima de una cama, aleteando sus escamas, cantando sutilmente una melodía, pero no, ya acordándome bien, era la sirena de la policía, el sol ya echaba sus rayos y yo corría en medio de la pista, sin zapatos y con una carrito de juguete en mis manos... ¿Ese era yo? ¿Aquel sujeto libertino que escapaba de la ley era yo?. Luego; resaca, regañada y sonrisa diablilla se juntaron en una sopa que fue mi desayuno. No había nada más que hacer, solo ir a trabajar, esperando que la historia se vuelva a repetir, y de hecho así fue, total, tenía que devolver aquel juguete a su dueño, pero ese es otro rollo.

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿POR QUÉ?

El jueves ha caído a mis pies
hambriento de flores doradas
porque sabe que el invierno de mi piel
sera de los siglos
infinitos
el ocaso de mis mañanas soñadas.
Si tú no despojas de tu vientre
la cobardía del perdedor
jamás sabrás lo que se siente
tener en tus manos mi corazón.
Me esmero, te veo, te recuerdo, te anhelo
y no logro ver lo que hay mas allá del sol.
¿Dices que me amas?
No mientas por favor
pues como rayos de un glacial
tus mentiras heridas en mi carne procurarán
y sangrará mi cuerpo
por cada falsía de tus labios amor
y lloraré en mi rostro
por cada palabra que me cause dolor.
Ayer, cometiste un gran error;
tener secretos que alumbran hoy mi oscuridad.
Buscas en la noche lavar tus manos manchadas
que quedaron bañadas con sus fragancias
y luego,
fuego
tus frases incendian mi cerebro y confunden mi pecho,
hielo
pues pretendo enfriar el lazo invisible que nos une,
sueño
ponerme de pie y marcharme con la traición impune.
Aun pienso en no llorar
y si algún día te hago falta
no me vuelvas nunca a buscar
que mi dermis será el abrigo de otro cuerpo
y mi voz el aliento en medio del desierto.
¿Me dices que detenga mi conciencia y mi miedo?
Es inútil, he llorado y he manchado
mis mejillas con sal.
Si tú me dijiste que me ibas a amar...
Si tú me dijiste que la cama estaba de más...
Si tú me dijiste que para volar no necesitábamos suelo;
solo las nubes de nuestro firmamento.
Insisto, me has hecho miles de lágrimas derramar
fotografiar
en mis grises pensamientos
tu imagen carnal saboreando los besos de otra boca
tus labios ardientes saboreando la piel que te provoca.
¿Qué poder te dio Dios para clavarme
esta daga sin pudor?
¿Dónde quedaron nuestros planes juntos,
amor?
Sólo me queda recoger los pedazos de mi supurado corazón,
que en el suelo hambriento de mi sufrimiento,
pisotearon a su antojo los dos.