martes, 26 de noviembre de 2013

HE BUSCADO EL AMOR

Ha caído del lomo de la nube
a mis pie descalzos
la gota de vino blanco
cielo sigues llorando
y caen en mis piernas y en mis brazos
las tantas veces que el amor fue fumado.
Amor, amor
te haces agua.
Amor, amor
has sido llanto
y me sigues mojando.
¿Dónde está el sol de la mañana que me intentó enamorar?
¿Y los ojos del que desde arriba me ha venido a mirar?
Y llora en silencio
¿Quién lo mirará?
Amor, amor
me haces llagas.
Amor, amor
me haces daño
me has despertado en vano
¿Dónde descansan tus manos de miel que a los bichos invocando van?
Y eres aire, porque elevas tu humanidad
te vas de mi
ahora que te he venido a buscar
¿Por qué te vas?
¿Por qué me quieres dejar?
Huyes de cada rostro grácil
huyes del verano
huyes de mis labios ahora que te he querido besar
huyes de mis manos
no te dejas tocar.
Te vuelves ave y a prisa las alas
que tantas veces pude acariciar
te ayudan a que de mi pecho te puedas escapar.
Amor, amor
¿Dónde estás?
Te vuelves tentación, al inicio
y tan esquivo después
me alimentas de tu vicio
luego me das sed
tan pronto me envuelves de rosas
y pintas mi piel de colores
tan luego atraes a las moscas
te vas duda mentirosa
y estremeces mi cuerpo tonto
luego permites que llore
te vas tan pronto
dejándome en el lodo lleno de dolores.
Te vas
a pesar que nunca estuviste
sé que mi cariño escondiste
te vas
amor prohibido amar.
He buscado el amor
en la cima de la colina por donde las cometas
bailan sin parar.
Lo he buscado en el mar
y en las bestias que ahí habitan
en medio de la calle
sobre el asfalto de la pista.
Lo he buscado en la noche
andando sigiloso en el cementerio
amor, eres misterio
eres el sur y luego el norte.
He buscado en el clóset
entre los libros de ciencias
en mi lucidez y en mi demencia.
He buscado en las mañanas sin nombre.
En el árbol
en su ternura
en su experiencia.
En las gafas de mi abuelo
entre las limosnas del mendigo
que llorando en su delirio
no encuentra aun consuelo.
Lo he buscado a ciegas en la casa distante
y mientras danzaba en la pista de baile.
Lo he buscado en la oscuridad y en el día
en mi llanto fúnebre y en tu algarabía
en mi ternura y en tu rebeldía.
He buscado también entre los motivos de la fiesta
en los viajes de aventura
las faenas de pesca
entre frutas y verduras.
He buscado en cada rincón de mi piel
en mi alegría y en mi amargura
entre los recuerdos de mi infante ser
entre las copas de sangre que me ha tocado beber
entre las sábanas de cada lecho donde encendí mi locura.
He buscado el amor ayer
¡Que no quede duda!
A pesar que me advertiste
que me sanaste y luego me heriste.
Te he buscado ahora maldición
en la casa donde duermen los sentimientos
que alimentaron mi valiente corazón
mas tus puertas y ventanas
confirman mi futuro triste
pues renegando me niegan la entrada.
Hoy he buscado el amor
y aun no encuentro nada
¿Será tal vez que no existe?
He buscado el amor desde mi primer año
algunas veces con temor y otras con expectativa
y aún ahora en el recuento de los daños
no he logrado encontrarlo todavía.

viernes, 1 de noviembre de 2013

EN EL DÍA DE LOS MUERTOS

Hoy quiero hablar. Hoy y ahora.  Porque ayer ya callé demasiado. Ayer estuve cenando en la mesa negra manchada de sangre que estaba al borde del abismo. Estaba solo. Todos se habían ido. Era tan noche y era tan oscuro el cielo. A lo lejos el castillo enorme de piedra. El techo tan misterioso. El castillo me miraba y se reía. Veía la escena y se mofaba de mi soledad. Entonces estaba yo en la mesa, sentado en una banca. Al filo del abismo y atrás el castillo. Y era de noche. Y sobre la mesa estaba la cena que había estado disfrutando mientras escuchaba a lo lejos los aullidos de lobos a manera de quejidos. Algo les dolía. Como a mí, me dolía esta noche estar tan junto del precipicio y solo, con tanta comida.
Sobre la mesa dos platos grandes llenos de gusanos rojos que se movían a la vista. Algunos saltaban. Probablemente estaban felices. Tal vez pensaban que en breve yo devoraría el manjar y ellos en mi estomago devorarían mis vísceras. Pero no, no es mi alimento del día, y aun de la noche. Hoy no comeré gusanos. Luego había un depósito lleno de mermelada, tan roja como la sangre misma que estaba esparcida por toda la mesa. Olía mal. Olía a muerte. Y a muertos, por supuesto. La mermelada ocultaba algo. Bueno, pensaba que era una mermelada de fresa hasta que metí la mano en el depósito para ver que ocultaba. Descubrí un corazón. Y no, no estaba lleno de amor. Estaba lleno de gras. Tal vez le perteneció a un hombre gordo. El corazón era grande. Era tan grande para mi mano que resbaló nuevamente en el depósito y salpicó la mermelada combinada con sangre y ensucio mis ropas. Y entonces maldecí el corazón “Corazón de mierda. Maldito corazón” y lo tomé nuevamente pero con ambas manos y lo arrojé al abismo. Luego escuché un grito que provenía de la profundidad.
Estaban también alrededor del recipiente unos soperos blancos. Unos diez u once soperos que estaban esparcidos en toda la mesa. Y la curiosidad se apoderó de mí y tomé una cuchara y probé de la sopa. Luego vomité. Era una sopa de huesos. Para mi mala suerte, en el sopero del cual tomé no sólo habían huesos sino también dedos, y el sabor de las uñas era horrible. Ag.
Había también frutas, algunas dulces como manzanas y plátanos en toda la mesa. Todo estaba tan desordenado y confuso. Me llené de rabia de un momento a otro y tomé una calabaza, la devoré al instante. Y entonces me dio más hambre. Al centro había una fuente. Una gran fuente donde descansaba la cabeza de una mujer anciana. Sus ojos me miraban y sus dientes colmillosos estaban incompletos. Su nariz larga y arrugada me hacía suponer que era bruja. O tal vez la abuela del gordo a quien le arrancaron el corazón. La cabeza era el plato de fondo, el plato estelar. Lo más rico. Pero no me provocó así que tomé la fuente y la arrojé al precipicio. Me aburrí.  Mande todo al diablo y el diablo todo me lo regresó. Me quedé dormido unas horas en mi banca y recostado sobre la mesa. Mis ropas ya estaban manchadas de sangre así que me dio igual. Cuando desperté estaban sentados junto a mi dos personas, habían regresado para reclamar lo que habían dejado por ahí en la mesa. Me miraron, me preguntaron y yo soñoliento no supe que decir. Estaba frente a mí un hombre obeso en cuyo pecho había un gran agujero. Se enfureció con mi respuesta tan desganada. Y entonces desperté totalmente, comprendí que su corazón era el que yo maldije. Me sentí tan mal, primero por lo que hice con él y luego con lo que su dueño hará conmigo. Tras el hombre un cuerpo, sin cabeza, era la anciana, se movía furiosa y me amenazaba con un bastón que traía. No, no era un bastón, era su escoba, y sí, era una bruja.
Les juré que no me había tragado nada de lo que había en la mesa, salvo la calabaza, pero nada más. Y estaban furiosos, me exigían sus cosas, me jodían y seguían jodiendo. Entonces pensé que a mí nadie me jode. Los mande a la mierda y les dije que se metan su cena por el culo. Feliz día muertos. Adiós.
Me fui al castillo, me quedé dormido en mi habitación y desperté en mi casa.