miércoles, 18 de mayo de 2011

SOMBRA DE ALGUNA SOMBRA

Hace frío aquí
y pienso que tal vez nunca el calor de tus manos será suficiente
porque cada letra del abecedario me obliga a recordarte.
QUIZÁS ES MEJOR UN ADIÓS REPENTINO QUE
que, que, que...
MORIR,
amándote.
Ya no me hagas mas daño
figura de la noche
sombra de alguna sombra.

domingo, 8 de mayo de 2011

LA LAGUNA DE LOS PATOS

Hace poco tuve un sueño ciertamente extraño.
Había un bosque deshabitado en medio de la nada y había un cielo hermoso, nunca antes visto. Un cielo rosado, muy rosado y en el centro brillaba el sol más luminoso, no lo podía ver de frente. Desde el cielo, ese sol me decía que me bañe.
Crédulo o estúpido corrí hacia la laguna. El agua estaba fría. Tan fría que se me encogieron los dedos. Los 20 dedos (los de las manos y los de los pies). Me había despojado de todo lo que tenia encima para arrojarme a la masa inmóvil de agua cristalina. A pesar del astro que reinaba en el firmamento, y de su calurosa presencia; el agua estaba, insisto, fría. Cerré los ojos para dejar que mis huesos sean helados de carne, imaginé que estaba en una tina mortal. Empecé a mojar cada lado de mi cuerpo, y a medida que lo iba haciendo, el agua se iba calentando. Tal vez porque yo también me estaba calentando. Pensé que era hora de parar. Presentí que la laguna de pura no tenía nada.
Pasaron luego los solitarios momentos del silencio y de la nada (otra vez de la nada) apareció en la lejanía un pato. Sí, un pato. Misterioso empezó a navegar como un bote sin dirección en medio del tenso ambiente. Iba por este lado, luego rehuía y se marchaba. De nuevo se acercaba y luego, se alejaba, y a medida que recorría el lugar, su reflejo en el agua se iba perdiendo, quiero decir, su brillantez se iba apagando, sus energías se iban gastando. Así, llegó hasta mi vista; se quedó mirándome largo rato, para luego morir, sin decir nada, solo morir. Antes que se sumergiese, lo tomé en mis brazos, con cierta misericordia. Ahí estábamos, yo -aun vivo- desnudo en medio de una laguna y ese pobre animal infeliz que había muerto.
Lo observé y descubrí que era un hermoso pato. Era hermoso y recién lo advertía. De pronto, a lo lejos percibí la marcha de otros tantos como él, quizás unos veinte, y venían furiosos contra mí. Eran ágiles, fuertes, decididos, dispuestos. Se acercaron y yo, inexplicablemente, no sentí miedo. Luego de observarme, empezaron a picotear mi cuerpo indefenso. Tan salvajes como bellos. No podía creerlo, veía con desgracia mi sangre derramada en las huellas de sus picos impetuosos, mi piel cortada, más heridas y más heridas, y tratando de calmarlos arrojé, tan lejos como pude, el cuerpo inerte del ave que aún entre mis manos tenía. A la distancia pude ver que se hundía en las profundidades de la laguna. Hecho esto, los patos nuevamente me miraron. Sin resentimientos se miraron entre ellos y decidieron dejarme libre. Se fueron.
¿Estaban satisfechos? ¿Estaban molestos?
Tal vez por perder a un hermano, o tal vez por creer haberlo vengado. Y no entiendo, esa sociedad de aves que nos domesticaron y se domesticaron para no ser más los humanos marginados. ¿Realmente fueron justos en dejarlo morir cerca de mí, para luego venir y quejarse en mi contra como quien inculpa a un asesino? ¿Por qué el infeliz animal no murió entre los suyos? Tal vez llegó a mí clamando socorro. Tal vez.


lunes, 2 de mayo de 2011

LA ÚNICA VERDAD

Mamá, ¿dónde estás? Te necesito... no me dejes solo. Por favor, por favor, ayúdame. Soy tu hijo, mamá. Te prometo que pronto he de mejorar. Te necesito más que aquel día de enero cuando me caí de la silla. Te necesito ahora que mi faz se ha vuelto hoguera. Ahora que mi rostro ya no refleja juventud. Ahora que asoman las quimeras de la senectud y de la perdición. Te necesito y te necesitaré hasta el día en el que mi alma deje de ser el aire de un cigarrillo para convertirse en ceniza negra, ciega, huérfana, en medio del cementerio. No me dejes ahora, por favor.
Papá, ¿por qué me abandonaste? Explícame por qué no esperaste a ver mi rostro primero, y luego decidir si te pertenecía o si no. ¿Cuándo vendrás? ¿ahora? Acaso cuando sientas que la muerte te agobia y no tengas más necesidad que el perdón para morir en paz.
Hermanos. Hermanos míos y hermanos de los demás, me salen lágrimas de ceguera. Lamento no haberlos visto nunca. Lamento no idealizarlos, como fantasmas. Los he sentido en mis sueños, nada más. Peor fantasía la que me llevó entre mis bolsillos.
Catalina, Spencer. Ahora ¿dónde están? Tan lejos de mi vista, tan lejos de mi oscuridad, tan lejos de mi amor. El ocaso no me los volverá a traer. Ni Dios se apiadará de mí, ahora que los necesito.
Mininos, que tantas veces han sido el gemido de mi piel derramada, que tantas veces fueron mi voz quebrada a la hora del almuerzo. Mis momentos de alegría, mis momentos llenos de vida. Todo se ha ido detrás de sus sombras. Vengan ahora, vengan una vez más, vengan que hoy, en verdad, solo no quiero estar más.