miércoles, 18 de agosto de 2021

ADIÓS AL SOL

"A las 7 años pisé por primera vez el muelle", solías decirme en las interminables charlas que teníamos. Luego comentabas que desde esa edad las lanchas, las redes y el mar se volvieron tus compañeros de aventuras. Solías contarme relatos alucinantes de caballería durante tu paso por el Ejército. Me inspiraste a ser un contador de historias y me engreíste como nadie. Me enseñaste casi todo lo que he aprendido, pero no me dijiste cómo vivir con tu ausencia. Te preocupaste por mí hasta tus últimos días y se me parte el alma haber estado tan lejos. Cuando mamá me llamó para avisarme que te habías ido para siempre, no paré de llorar. Hasta ahora siento que mi corazón está estrujado. Ya sabes, siempre he sido un llorón. Ahora todo me recuerda a ti. El rondín. El hábito morado. Tus manos prodigiosas para preparar papas rellenas deliciosas. Las hojitas que vendías en la puerta de la iglesia. Tu rostro de alegría cada vez que me tocaba ser brigadier de aula o ganar algún diploma. Los almuerzos dominicales en los que la mesa estaba más que servida de criollismo, boleros y rancheras. Las marraquetas y las apasteladas de los desayunos. La chicha de la señora Verena. Tu figura de tiburón nadando en las olas de Pacasmayo, mientras tus nietos te hacíamos señas desde la orilla. Los rosarios de todas las noches en la calle Huáscar. Los viajes a La Esperanza, acompañando a ritmo de tambor a los Negritos y a la Virgen de la Puerta. Marabú. Los paseos por el malecón. El tañer de la campana parroquial que hacías bailar cada tarde minutos antes de las 6. Tu piel colorada. Tu cabecita de algodón. Tu voz lanzada al canto y a las alabanzas. Tu voz que se fue apagando. El último beso que dejé en tu frente hace 2 años y que ahora no puedo repetir porque nos separa un cristal. Te voy a extrañar y no pararé hasta cumplir todas las promesas que te hice. Te amo mucho. Vuela alto siempre.