viernes, 24 de diciembre de 2021

PÁSAME A LIMPIO

Por voluntades, amor, se han roto mil cristales. Y en la supuración de esta herida abierta hoy te digo que me lo merezco.

Ya no soy un garabato en tu vida. Una línea o doscientas veinticuatro mil.

Soy un poco de tu vida, de tu rosario, de tu vientre y de tu Yo más infante.

Me lo merezco, insisto, porque estoy harto de maquillajes y disfraces: este soy yo, el que te encuentra, el que te mira, el que, a tu pesar, te ama.

El que te abraza en una danza interminable, el que te obliga a verme como tu última opción, el que se apresa en un paquete mal embutido, cuya fecha vencimiento se acerca.

No soy, a mi criterio, un boceto del buen amante.

Qué culpa tengo que mis rancias carnes te agobien a la hora de la cena. Qué culpa tengo de mi rugido de hiena cuando las luciérnagas merodean tu madrigal. Qué culpa tengo de respirar a través de lágrimas negras, de sangre y de lejía. Qué culpa tengo de ser el duende porfiado que resiste tus relinchos. Qué culpa tengo de estar aquí y ahora, cuando y donde ni tú ni yo queremos estar.

Me merezco todo eso que me hace falta aún hoy, luego de fiestas y velorios: acaso un beso ciego que borre la náusea de tu mirada y me haga olvidar que me pudro por los siglos de los siglos.

Pásame a limpio. Abre una nueva página y en la hoja en blanco escribe que soy yo: el cadáver, amor, el cadáver que seguirá muriendo.