Faltarían razones para explicar
mi estúpido comportamiento, y no gastaré las pocas neuronas cuerdas que me
quedan para hacerlo. Solo trato de ser yo, de hablar como hablaría yo, de
pensar como pensaría yo, pero no puedo. Mi propia mente me acusa de ser el ser
más complicado del mundo, de vivir en medio de nubes y ataúdes, de ser el
extraño niño habitando la piel de un monstruo, de a veces ser fuego, y otras
hielo, de andar paseando mi corazón cada fin de semana por cada puerta del infierno
que se abrió aquí en la tierra, y entregarlo al peor Satanás que frente a mí se
ponga a bailar. Me seducirá, tomará mi alma al menos por esa noche, me
manoseará las entrañas, meterá su dedo en mi boca, beberé de su saliva, pasearé
mis manos por su vientre, me desnudará el alma arrancando mi carne, lo amaré
como amo las primeras horas de la madrugada, y seré feliz, y fui feliz.
Faltarían muchas más razones para
describir los motivos que me obligan a convertirme en un cazador de bestias el
sexto día de la semana, de no ser yo, de ser un forastero, tal vez un
alienígena, y vagar mi cuerpo regalando sonrisas, besos, caricias, de ser la
puta leyenda de la noche oscura y tenebrosa y moverme al son de los
sintetizadores, en un estrado, sobre una mesa, en la pista, o en el cielo, ahí
me encontrarás, porque amo la música, y amo disfrutar de la música, pero a mi
manera.
Salgo de la esclavitud
proletaria, entro a mi casa, me envuelvo en mi cobija, lloro, me pongo triste,
suena mi celular, pacto mi sentencia de muerte momentánea, vendo mi alma a la
noche, me baño, me disfrazo de lo que en verdad no soy, fraseó miles de
mentiras, beso a quien no debería besar con un ósculo de Judas, y, y, y, y soy
libre.
De regreso a casa encuentro al
sol pidiéndome explicaciones, y yo, con los olores de la perdición sólo
lloraré, porque sólo sirvo para eso, para llorar.
Faltarían razones para concluir a
que se debe mi llanto. O tal vez si lo sé, pero no me quiero dar cuenta… este
pobre iluso de noches infernales se enamora de los demonios que lo acompañan a
bailar, que lo besan, que le hacen el amor, este pobre idiota se vuelve el saco
de huesos que arde en sentimientos anhelando el sudor de quien le presta
importancia, este ser inservible se enamora y se desenamora cuando el lunes se
aleja del domingo, se deja elevar cual pluma soplada por el viento de la
pasión, y luego se desploma cual roca penitente desde lo más alto del cielo
hasta lo más profundo del mar… regreso a mi realidad, no era el amor lo que
hacíamos, era sexo lo que teníamos, no era cariño lo que por mí sentía, sino
deseo, entonces, me pregunto, qué soy yo? Mi corazón responde; soy el
masoquista emocional que cambia sonrisas por llantos, que se deja amansar por
la noche y humillar por la mañana, que cae al suelo adolorido por ver que los
amores de su vida desfilan por sus brazos cada semana, y finge que no le duele,
y se pone su máscara para aparentar vigor, fuerza y valor, pero, muere al saber
que vive de las migajas que cualquiera le regala, que vive con la esperanza de
verse estrujado la próxima vez que sus harapos se vuelvan vestido, que su huida
se vuelva llegada, que su muerte se vuelva vida, que su masoquismo se vuelva
cinismo, que sus emociones se vuelvan canciones, que Jorge se vuelva JORGE.
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