domingo, 8 de mayo de 2011

LA LAGUNA DE LOS PATOS

Hace poco tuve un sueño ciertamente extraño.
Había un bosque deshabitado en medio de la nada y había un cielo hermoso, nunca antes visto. Un cielo rosado, muy rosado y en el centro brillaba el sol más luminoso, no lo podía ver de frente. Desde el cielo, ese sol me decía que me bañe.
Crédulo o estúpido corrí hacia la laguna. El agua estaba fría. Tan fría que se me encogieron los dedos. Los 20 dedos (los de las manos y los de los pies). Me había despojado de todo lo que tenia encima para arrojarme a la masa inmóvil de agua cristalina. A pesar del astro que reinaba en el firmamento, y de su calurosa presencia; el agua estaba, insisto, fría. Cerré los ojos para dejar que mis huesos sean helados de carne, imaginé que estaba en una tina mortal. Empecé a mojar cada lado de mi cuerpo, y a medida que lo iba haciendo, el agua se iba calentando. Tal vez porque yo también me estaba calentando. Pensé que era hora de parar. Presentí que la laguna de pura no tenía nada.
Pasaron luego los solitarios momentos del silencio y de la nada (otra vez de la nada) apareció en la lejanía un pato. Sí, un pato. Misterioso empezó a navegar como un bote sin dirección en medio del tenso ambiente. Iba por este lado, luego rehuía y se marchaba. De nuevo se acercaba y luego, se alejaba, y a medida que recorría el lugar, su reflejo en el agua se iba perdiendo, quiero decir, su brillantez se iba apagando, sus energías se iban gastando. Así, llegó hasta mi vista; se quedó mirándome largo rato, para luego morir, sin decir nada, solo morir. Antes que se sumergiese, lo tomé en mis brazos, con cierta misericordia. Ahí estábamos, yo -aun vivo- desnudo en medio de una laguna y ese pobre animal infeliz que había muerto.
Lo observé y descubrí que era un hermoso pato. Era hermoso y recién lo advertía. De pronto, a lo lejos percibí la marcha de otros tantos como él, quizás unos veinte, y venían furiosos contra mí. Eran ágiles, fuertes, decididos, dispuestos. Se acercaron y yo, inexplicablemente, no sentí miedo. Luego de observarme, empezaron a picotear mi cuerpo indefenso. Tan salvajes como bellos. No podía creerlo, veía con desgracia mi sangre derramada en las huellas de sus picos impetuosos, mi piel cortada, más heridas y más heridas, y tratando de calmarlos arrojé, tan lejos como pude, el cuerpo inerte del ave que aún entre mis manos tenía. A la distancia pude ver que se hundía en las profundidades de la laguna. Hecho esto, los patos nuevamente me miraron. Sin resentimientos se miraron entre ellos y decidieron dejarme libre. Se fueron.
¿Estaban satisfechos? ¿Estaban molestos?
Tal vez por perder a un hermano, o tal vez por creer haberlo vengado. Y no entiendo, esa sociedad de aves que nos domesticaron y se domesticaron para no ser más los humanos marginados. ¿Realmente fueron justos en dejarlo morir cerca de mí, para luego venir y quejarse en mi contra como quien inculpa a un asesino? ¿Por qué el infeliz animal no murió entre los suyos? Tal vez llegó a mí clamando socorro. Tal vez.


2 comentarios:

  1. es interesante tu percepción que haces del mundo...sobre las relaciones entre los hombres; entre la hipocresia de muchos y la misericordia de pocos...

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  2. la percepción del mundo.. pero ademas de interpretar algo muy puntual como el ser parte de una sociedad y no sentirse como tal.. al final mueres en el intento de ser libertad, de ser tu mismo, y al final, nadie se da cuenta, y al final, a nadie le importa, y al final, y al final, mueres, y hay alguien q se convierte en tu "undertaker", como para ocultar q exisiste. Ojala esto cambie.

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