martes, 31 de mayo de 2016

ESTÚPIDA, MI PAÍS, IDIOTA

Un día cualquiera, Zavalita

11:00 p. m.
El Perú es un joven palomilla que avanza descalzo por las escaleras del hotel Sheraton. Con fe ciega en las alforjas ha venido. Sus pasos provincianos han andado costa, sierra y selva. Desde la jungla urbana hasta la carretera. Lagunas andinas, mesetas tropicales y playas norteñas. Canta de paporreta el discurso que en su anaranjado cerebro grabado está. 1, 2; un saquito de arroz, 3, 4; una caja de zapatos; 78, 79, 80; un taper lleno de lentejas.

11:30 p. m.
El Perú es un mendigo sentado en una banca dorada de la Plaza Mayor. Vende cigarrillos, caramelos y figuritas postales. Un puente y una alameda, una ciudadela cusqueña, un soberano mochica y chaquiras de Bagua manchadas de sangre indígena. Se aproximan a su famélica figura una sarta de roedores vestidos con sotanas, otros tantos luciendo terno y corbata. Lo despojan del banco de sus sueños. Adiós sueños. Sufre peruano, sufre.

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