domingo, 5 de junio de 2011

LA VICTORIA DE LOS IGNORANTES

Había una vez, en un país lejano, dos millones de carreteras tristes, tres cielos panza de elefante, cien castillos de piedra y una población ignorante, desmesuradamente ignorante.
En aquel lugar, vivían dos clases de personas, dos familias totalmente opuestas, lideradas por cronistas de medio pelo. 
Ellos habían decidido dividir a su país en dos grupos. Cada uno con un nombre diferente: los "quechuchistas" y los "alpinchistas".
Entonces, en vísperas de las elecciones de un nuevo león-dios-rey-ladrón; los "quechuchistas" decidieron apoyar a un marrón adalid de origen etnocaserista, propenso a los golpes de estado, a recibir 'regalitos' manchados de petróleo llanero sin chistar y a esconderse de cuando en vez en los vestidos de su mujer. Fue así que los "alpinchistas", para contrarrestar el avance de la izquierda radical, decidieron apoyar a una mujer, sí, a una mujer, como a la que tienes por madre, una mujer de ojos rasgados y figura rechoncha, en cuya espalda, abultada por la grasa de la corrupción, llevaba cargada una cruz ponja, recuerdo de un pasado violentamente antidemocrático, y tan solo mirar, nada más mirar a aquella cruz, se oía el retumbar de una frasesita que al son de las cadenas penitenciarias decía: "Soy inocente". Ay, Barrios Altos, La Cantuta, Grupo Colina, esterilizaciones forzadas. Y había más.
En tiempo de comicios electorales, el ciego es amo, el sordo es luz, el mudo es testigo, y el ignorante es rey.
Y así, una noche sabatina de encuestas prohibidas me di contra la pared. Descubrí que los "quechuchistas" habían comprado gente, no con dinero; con palabras, con hechos, pero especialmente con recuerdos.
Ahora lloro que en mi país de las maravillas se pierda la promesa de ver la realidad continuada y el éxito que ya no es marca. Adiós 'gastones acurios', adiós 'machupicchus'. Que Dios nos ayude a seguir soportando y entendiendo a este raro, absurdo y complicado país.

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